Los condados de toda el área metropolitana han emitido órdenes de quedarse en casa para proteger a los vecinos de la propagación del nuevo coronavirus. Pero los que abogan por familias vulnerables a los peligros de la violencia y el abuso se preocupan porque éstas tienen un mayor riesgo por el estrés de tener que refugiarse en sus lugares. Ese riesgo se intensifica por la pérdida de puntos de contacto para la intervención dentro de la comunidad, como servicios religiosos, visitas de rutina a consultorios médicos y controles diarios en la escuela.
"El hecho de que nos estemos preparando para un aumento de negligencia y abuso de menores es realmente el peor sentimiento que alguien pueda tener cuando trabaja día tras día para proteger niños", dice Christie Appelhanz, directora ejecutiva de Children's Alliance of Kansas, una organización estatal que asiste a proveedores de servicios sociales para menores.
Las mejores prácticas en servicios sociales para menores requieren mantener a las familias juntas siempre que sea posible, pero ese modelo se basa en lo que Appelhanz llama los "contactos comunitarios": visitas de asistentes sociales, acceso a servicios de salud mental, interacciones con maestros y prestadores de servicios de salud.
"Estas familias que estábamos tratando de mantener unidas tal vez hayan estado luchando contra la adicción. Tal vez hayan estado batallando contra la pobreza, tal vez hayan estado enfrentándose a sus necesidades de salud mental. Todo eso ahora se ha intensificado".
El beneficio de enviar asistentes sociales a visitas en las casas debe sopesarse con el riesgo de propagar el coronavirus, lo cual ha hecho que Appelhanz y otros actúen con cautela. Las escuelas, donde los niños interactúan con personas obligadas a reportar el abuso, están cerradas.
"Ese sistema claramente ha sido aniquilado", comenta Appelhanz.
También existe la pregunta de dónde enviar a los menores si sus defensores determinan que deben ser sacados de sus casas.
"Uno de los factores de mayor estrés en el sistema de servicios sociales para menores es que no podemos depender de los abuelos en la medida que lo hemos hecho en el pasado", explica Appelhanz. "La cantidad de cuidadores en un momento como este disminuye significativamente".
Si un niño ha sido expuesto al coronavirus o si ha tenido un resultado positivo, esto aumenta la complejidad del proceso de ubicación.
"Debemos estar seguros de que el niño no exponga a otra gente. Debemos estar seguros de que no están exponiendo a los cuidadores. Debemos tener en cuenta los riesgos con los que nuestros hogares están lidiando. Se trata de mantener a los niños donde el riesgo de contagiar a otros se reduzca, pero a la vez, de darle a los niños lo que ellos necesitan".
El coronavirus podría aumentar el 'control coactivo' en el abuso de la pareja
Las órdenes de quedarse en casa presentan desafíos sin precedentes para aquellos que trabajan en la prevención de todo tipo de violencia que ocurre a puertas cerradas, inclusive el abuso de la pareja. Tanya Draper-Douthit es la directora de programas comunitarios para Rose Brooks Center de Kansas City, una organización que brinda refugio y apoyo a víctimas de violencia doméstica. Ella dice que el brote de la COVID-19 puede ser una oportunidad para que los abusadores "aumenten el control coactivo" sobre sus parejas.
"Las vulnerabilidades para los sobrevivientes pueden haber aumentado o cambiado", dice Draper-Douthit, "pero lo básico del control coactivo no ha cambiado. Se trata todavía de aislar a los sobrevivientes de sus sistemas de apoyo. Se trata todavía de controlar su capacidad para maniobrar las actividades diarias de la vida. Se trata todavía de amenazar a la gente físicamente y de causar temor emocionalmente, ese tipo de cosas. La COVID-19 ha permitido que surja un grupo poderoso de nuevas justificaciones para que ese control continúe o quizás aumente".
Estar atrapada en casa con un abusador crea obstáculos para buscar ayuda, inclusive la incapacidad de tener suficiente privacidad para comunicarse. Además, la pérdida de trabajo fuera de la casa debido a la COVID-19 puede dejar a algunas personas aún más dependientes económicamente de sus parejas abusivas.
Los defensores están tratando de crear nuevos caminos hacia la seguridad para aquellos que la necesitan a medida que la libertad de salir de casa disminuye. Draper-Douthit ha estado trabajando con los jueces para desarrollar formas en que los clientes puedan solicitar órdenes de protección sin tener que comparecer en una audiencia, por ejemplo. Pero lo van armando a medida que van avanzando.
Mientras tanto, los refugios permanecen abiertos, pero Draper-Douthit dice que hay conversaciones "constantes y diarias" sobre cómo lograr un equilibrio entre la seguridad que brindan los refugios y la seguridad que el aislamiento social brinda en el contexto de una pandemia.
Cómo apoyar a las víctimas cuando el coronavirus interrumpe el acceso a la ayuda
Algo que Draper-Douthit siempre incluye en sus entrenamientos para intervención de abuso doméstico es la importancia de que los clientes establezcan códigos hablados o señales visuales para pedir ayuda con las personas en las que ellos pueden confiar. Esto es especialmente importante cuando la gente tal vez no puede mantener una conversación privada sin estar vigilada por los abusadores.
Ella nos cuenta que el objetivo es "crear tantos senderos para ayudar como sea posible".
Cuando se ponga en contacto con un familiar o amigo, también es importante comenzar la conversación preguntando si es seguro hablar. Según Draper-Douthit, algunas preguntas a hacer son: "¿Puedes estar en privado? ¿Puedes salir afuera? ¿Es este un buen momento para hablar? Si nos desconectamos o si tenemos que volver a llamar, ¿es seguro hacerlo? ¿Es seguro dejar un mensaje?"
Pero lo mejor de todo es recomendar que la gente llame a las líneas de crisis (hotlines en inglés). Tanto Rose Brooks Center Hotline (816-861-6100) como National Domestic Violence Hotline (1-800-799-SAFE o 1-800-799-7233) todavía están tomando llamadas.
Christie Appelhanz y su personal siguen brindando apoyo a las familias que ya están en el sistema a través de visitas virtuales, pero con eso solo no alcanza. Ella dice que es hora de repensar el apoyo como algo que surja principalmente de la gente de nuestras comunidades.
"Necesitamos más que nunca gente que piense en sus vecinos, en los niños o en los padres que están ahí necesitando apoyo extra en este instante. Y tenemos que ser creativos sobre la forma en que se presenta esa ayuda", menciona, haciendo notar que una cena a la canasta en la iglesia o un partido de béisbol en la escuela no son los lugares para preguntar cómo le va a la gente en ese momento.
"Entonces, por ahí uno deja unos Legos en el porche de alguien que podría usarlos", sugiere Appelhanz. "Una de las formas más importantes de reducir la violencia es realmente a través de la conexión y el apoyo. La gente tiene que sentir que hay alguien en algún lado que puede ayudar".
Ella dice que no se trata de adivinar dónde podría estar ocurriendo el abuso, sino de pasar a ver cómo están todos nuestros amigos y vecinos, así nadie pasa desapercibido.
"En este momento, toda la gente necesita apoyo", dice ella, "y sabemos que el abuso de menores y la negligencia ocurren en todos los códigos postales y en todos los niveles de ingreso. O sea que nunca nos vamos a equivocar al extender una mano".
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Gina Kaufmann es la conductora de KCUR's Central Standard. Comunicarse con ella por Twitter, @GinaKCUR.