Juan Peña, de 28 años, ha trabajado en el campo desde su infancia, exponiendo a menudo su cuerpo a un calor extremo como el que está azotando el Medio Oeste esta semana.
Cuenta que el calor puede causarle un dolor tan profundo en todo el cuerpo que sólo tiene ganas de acostarse. Le quita las ganas de trabajar, pues su cuerpo le dice que no puede aguantar otro día caluroso en el trabajo. En esos días, su única motivación para salir de la cama es ganar dólares para enviárselos a su bebé de 10 meses en México.
Los trabajadores agrícolas, como Peña y la cuadrilla que dirige en Iowa, están desprotegidos contra las enfermedades relacionadas con el calor. Tienen 35 veces más probabilidades de morir por exposición al calor que los trabajadores de otros sectores, según los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés). La ausencia de una normativa federal que garantice su seguridad ante el calor y que proteja sus vidas – cuando los científicos han advertido de que el calentamiento global continuará – aumenta ese riesgo.
A lo largo de un periodo de seis años, 121 trabajadores perdieron la vida debido a la exposición a fuertes temperaturas ambientales. Una quinta parte de estas víctimas mortales eran personas que trabajaban en el sector agrícola, según un análisis de Investigate Midwest de los datos de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés)
Uno de estos casos involucró a un trabajador agrícola de Nebraska cuya temperatura del cuerpo subió rápidamente y no bajo (un trastorno conocido como golpe de calor) cuando estaba solo y murió en una granja a principios del verano del 2018. Un grupo de búsqueda encontró su cuerpo al día siguiente.
A principios de julio del 2020, un trabajador que deshojaba maíz en Indiana experimentó mareos después de trabajar durante unas cinco horas sin parar. Sus compañeros le proporcionaron sombra y líquidos antes de reanudar el trabajo. El trabajador fue encontrado tendido en el suelo del autobús de la empresa unos 10 minutos después. Fue declarado muerto en el hospital debido a un paro cardíaco.
“Como médico, creo que estas muertes se pueden evitar casi por completo”, dijo Bill Kinsey, médico y profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison. “Hasta que no determinemos como sociedad la importancia de un derecho humano para que la gente trabaje en situaciones saludables, vamos a ver enfermedades y muertes continuas en esta población”.
Peña cosecha campos en Texas y Iowa. Este verano, está supervisando a cinco trabajadores temporales mexicanos que recogen verduras y frutas al este de Iowa. Con su elevada humedad y calor, el clima de Iowa hace que los muchachos, como él se refiere cariñosamente a ellos, acaben la jornada completamente mojados, como si se hubieran dado “una ducha con la ropa puesta”, dijo. Ellos trabajan de 65 a 70 horas semanales para cumplir sus obligaciones contractuales.
“Tengo suerte porque mis jefes son considerados (cuando hace calor)”, dijo, recordando que llegó a soportar temperaturas de hasta 105 grados Fahrenheit en Texas. “He tenido jefes que, si te ven descansando unos minutos bajo un árbol para recuperarte, piensan que estás perdiendo el tiempo y te mandan a casa sin paga”. Algunos de sus amigos han tenido menos suerte, y unos minutos de descanso han sido motivo de despido, comentó.
Según expertos en salud, académicos y grupos de defensa de los derechos de los trabajadores, las muertes por calor son sólo una pequeña parte de un problema de mayor envergadura.
“Existe una enorme subregistro”, afirmó Elizabeth Strater, directora de campañas estratégicas de United Farm Workers.
Ella dijo que es común que la muerte de una persona que murió después de un golpe de calor sea clasificada en una autopsia como un deceso por un ataque al corazón y no como consecuencia de la exposición prolongada a las altas temperaturas.
Según Strater, hay varias razones que dificultan cuantificar los problemas a los que se enfrentan los trabajadores agrícolas. Se desconoce el tamaño de la población. Muchos están indocumentados. Y, en general, se desplazan mucho y viven en zonas aisladas. “Todo lo que tiene que ver con los trabajadores agrícolas es especialmente difícil porque no lo sabemos”, dijo.
Se calcula que 2,4 millones de personas trabajan en granjas y ranchos en todo el país, según el censo de agricultura del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Esta población, mayoritariamente latina, equivale aproximadamente a la población de Chicago. Alrededor de la mitad tiene un estatus migratorio irregular.
Una posible norma federal
Aunque los empresarios son generalmente responsables de garantizar un entorno de trabajo seguro que proteja el bienestar y la vida de los empleados, ninguna normativa federal estipula un umbral de temperatura específico que obligue a adoptar medidas de protección.
Casi cuatro de cada 10 trabajadores agrícolas no están dispuestos a presentar una denuncia contra su empresa por incumplimiento en el lugar de trabajo, sobre todo por miedo a represalias o a perder su empleo, según los datos de una encuesta realizada a trabajadores agrícolas en California por investigadores del Centro Comunitario y Laboral de la Universidad de California Merced.
Sólo cuatro estados han adoptado normas sobre el estrés térmico en lugares de trabajo al aire libre, y ninguno de ellos se encuentra en el Medio Oeste. California fue el primero en crear dichas normas, seguido de Oregón, Washington y Colorado.
Esto deja la protección de los trabajadores agrícolas contra el estrés térmico a discreción de sus empleadores en la mayoría de los estados.
La OSHA lleva trabajando en una norma sobre el estrés térmico desde el 2021 que obligará a los empleadores a proporcionar agua y descansos adecuados a las personas que trabajen al aire libre, así como servicios médicos y formación para tratar los signos y síntomas de las enfermedades relacionadas con el calor. Sin embargo, según un informe de la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de EE.UU. (GAO, en sus siglas en inglés), este proceso puede durar entre 15 meses y 19 años.
Los funcionarios de la OSHA no quisieron hacer comentarios sobre la norma federal sobre el calor que está en fase de desarrollo.
El año pasado, el proyecto de ley Asunción Valdivia Heat Illness and Fatality Prevention Act, que obligaría a la OSHA a emitir una norma sobre el calor mucho más rápidamente que el proceso normal, no logró avanzar en el Congreso.
El proyecto de ley fue bautizado en honor de Asunción Valdivia, quien murió en el 2004 tras recoger uvas durante 10 horas seguidas a 105 grados de temperatura. Valdivia cayó inconsciente y, en lugar de llamar a una ambulancia, el empleador le dijo a su hijo que lo llevara a la casa. En el camino, murió de un golpe de calor a los 53 años.
Un grupo de legisladores demócratas volvió a presentar el proyecto el mes pasado.
“Sin duda hay una decisión política que deben tomar los miembros del Congreso, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, porque tienen el poder de aprobar leyes para decirle a la OSHA que emita una norma más rápidamente”, dijo Mayra Reiter, directora de proyectos de seguridad y salud en el trabajo del grupo de defensa Farmworker Justice.
Reiter añadió que la legislación también ayudaría a proteger esa norma de futuros desafíos legales en los tribunales.
Al igual que en los últimos años, el verano de 2023 ha batido récords de calor.
En respuesta, el presidente Joe Biden anunció nuevas medidas para proteger a los trabajadores – incluyendo una alerta de peligro que notifica a los empleadores y empleados de las formas de mantenerse a salvo del calor extremo –, así como medidas para mejorar la previsión del tiempo y hacer más accesible el agua para beber.
Pero los grupos de defensa de los trabajadores agrícolas están pidiendo a la administración que acelere la publicación por parte de la OSHA de una norma que proteja a los trabajadores. También están presionando a favor de que el proyecto de ley agrícola del 2023 incluya protecciones contra el calor para los trabajadores agrícolas.
“Las organizaciones de agricultores y muchos otros grupos de defensa de los trabajadores esperan que haya una regulación federal”, dijo Reiter, “porque, yendo estado por estado, hemos visto que no hay esa urgencia para desarrollar estas reglas”.
Largo camino hacia una nueva norma
La creación de una nueva norma para proteger a los trabajadores del calor debe superar varios obstáculos, desde los procedimientos burocráticos hasta los cabildeos de las industrias, incluida la agrícola.
“La OSHA es excepcionalmente lenta”, dijo Jordan Barab, subsecretario adjunto de trabajo de la OSHA durante la administración Obama.
Dijo que la ley de 1970 que creó la OSHA impone muchos requisitos al proceso de elaboración de normas. La agencia tiene que determinar el problema actual y si la nueva norma reducirá el riesgo. La OSHA también debe asegurarse de que la nueva norma sea económica, técnica y tecnológicamente viable en todas las industrias.
El camino hacia una normativa que proteja a los trabajadores del calor también tiene que superar los grupos de presión de la industria, incluidos los grandes grupos agrícolas y de la construcción. Uno de los grupos que se ha mostrado reticente a las nuevas normas federales es la American Farm Bureau Federation, que ha gastado una media de 2,3 millones de dólares en actividades de lobby en los dos últimos años, según OpenSecrets.
“Teniendo en cuenta las variaciones en el trabajo agrícola y el clima, (la Farm Bureau) se pregunta si el departamento puede desarrollar regulaciones adicionales sobre las enfermedades causadas por el calor sin imponer nuevas cargas onerosas a los agricultores y ganaderos que darán lugar a pérdidas económicas”, dijo Sam Kieffer, vicepresidente de política pública de la American Farm Bureau Federation en un comunicado.
Poblaciones vulnerables
Para ganarse la vida, Javier Salinas llena 32 morrales (bolsas) de manzanas al día en Missouri. Su cuota diaria es de aproximadamente una tonelada, es decir, unas 3.200 manzanas. Cuando trabajaba en el campo, su mujer solía caminar 10 millas al día para recoger frutas y verduras.
Explicó que cuando tiene demasiado calor, se sienta a la sombra a beber agua, pero se siente presionado a seguir trabajando debido a la forma de pago, que depende de la cantidad cosechada.
Strater, de Farmworker Justice, cree que la forma en que se paga a los trabajadores agrícolas es uno de los principales obstáculos que hay que superar para garantizar su seguridad, porque a menudo incentiva el volumen, obligándoles a exponerse a seguir trabajando sin tener en cuenta los signos de una enfermedad relacionada con el calor.
Kinsey, profesor de la Universidad de Wisconsin y director de una clínica móvil, señaló que este grupo demográfico tiene una mayor incidencia de padecer diabetes, hipertensión y enfermedad renal crónica.
“El estrés climático”, dijo, “ha introducido una capa adicional de complejidad a estos desafíos existentes”.
Los trabajadores estacionales con visado son especialmente vulnerables porque dependen completamente de quien los contrata: desde la casa en la que viven hasta los alimentos que comen.
“Vas a aguantar todo lo que puedas con la esperanza de seguir manteniendo a tu familia”, dijo Strater. “El caso es que el punto final para eso es la muerte”.
En el condado de Tama, Iowa, Dave Hinegardner posee una pequeña granja llamada Hinegardner's Orchard, donde cultiva manzanas, fresas, maíz y soja. Vende su cosecha a supermercados, mercados agrícolas, escuelas y universidades.
Sus trabajadores agrícolas son inmigrantes latinos que residen en los alrededores, y algunos de ellos llevan décadas trabajando en su granja. Una de las medidas que toma durante el verano para evitar riesgos a sus trabajadores es cambiar los horarios de trabajo para evitar las horas más calurosas del día.
“Creo que hacen mucho mejor su trabajo cuando se les trata con respeto y se les cuida bien”, dijo.
Este reportaje es un producto de Harvest Public Media, Investigate Midwest y Mississippi River Basin Ag & Water Desk.