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En una cafetería nueva ubicada en Southwest Boulevard - entre un grupo de restaurantes mexicanos al oeste y el vecindario de Crossroads al este- Lesley Reyes sirve café de olla preparado a la antigua.
El café de olla es un café hervido con canela, anís de estrella y piloncillo, un cono duro, color marrón, de azúcar de caña refinada que se derrite en un almíbar dulzón. Este estilo de café es una tradición matutina entre las abuelas del México rural.
También es la especialidad de la casa en el Café Ollama.
Cuando Reyes y su marido empezaron a fantasear con la idea de abrir una nueva cafetería en Kansas City, eran jóvenes profesionales que se desplazaban de ciudad en ciudad: Chicago, Los Ángeles, Phoenix. Los dos guardaron sentimientos encontrados sobre volver a Kansas City, donde Reyes siente que la cultura latina está “escondida” (o desconocida).
Además, ¿cómo iban a poder balancear el manejo de una cafetería y sus carreras profesionales - Reyes como maquilladora y su marido como entrenador de fútbol?
La cafetería en sí no era algo seguro, pero una cuestión estaba firmemente decidida.
"Íbamos a hacer un café de olla riquísimo", me dice Reyes entre sonrisas, señalando la mesa de enfrente con el dedo. " Como si fuera fiel al sabor que debe tener. Y de inmediato, íbamos a conseguir el piloncillo en México”.
En el mes de marzo abrieron el Café Ollama siendo el café de olla la primera bebida en su menú corto. Así mismo transporta a los clientes de Reyes a un lugar familiar, aunque el café no sea la forma en que habían planeado llegar.
Esta ventanilla funcionaba antes como la terminal del Conejo, una línea de autobuses que hacía una sola ruta de Kansas City a México, y de México a Kansas City.
Al comienzo de la pandemia, El Conejo cerró su ruta cuando cerraron la frontera, más o menos al mismo tiempo que Reyes y su marido se mudaron a la casa. Debido al cierre los maquilladores y entrenadores de fútbol no pudieron encontrar mucho trabajo, así que la pareja empezó a rehabilitar el espacio, ahora sin uso, casi de inmediato.
Rasparon la pintura del gran ventanal. Quitaron el piso viejo y mugriento. Pero no tocaron el mostrador en el que El Conejo vendía entradas desde el 2016 (antes, la taquilla y la sala de espera estaban situadas un par de puertas más abajo).
"Cuando abrimos por primera vez, había muchos clientes que venían buscando todavía El Conejo", dice Reyes. "Se preguntaban: '¿Qué es esto? ¿Qué está pasando aquí?".
Reyes les hizo saber a los viajeros confundidos que, aunque no podía llevarlos a México, sí podía conseguirles una taza de café de olla. La gente la miraba con muchas dudas.
"Casi como si no te creyeran", explica Reyes. "Luego lo prueban y dicen: '' ¡Oh guau! Sí tienen café de olla'".
El café tiene historia y significado. Al igual que este edificio, que pertenece a la madre de Reyes, la señora Irma Hernández.
A la edad de 14 años Hernández llegó a los Estados Unidos desde México, siendo la tercera hija en una familia de siete. Sus hermanos mayores fueron juntos a la escuela preparatoria. Sus hermanos menores fueron juntos a la escuela primaria. Pero Hernandez fue sola a la secundaria.
El primer semestre reprobó todas sus materias ya que nadie se dio cuenta que la nueva y callada niña de la clase no entendía ni una palabra en Inglés. El director finalmente se enteró cuando mandó llamar a Hernández a su oficina para hablarle de su rendimiento en la escuela.
“Mejoré”, dice ella. “Pero durante tres meses iba a la escuela con dolor de cabeza, con ganas de vomitar, y me dolía el estómago sólo de pensar: ‘Aquí voy otra vez”’.
Hernández tuvo hijos y los crio durante la época de los 90s, manteniéndose a sí misma y a sus dos hijas principalmente por su propia cuenta. De lunes a viernes trabajaba tiempo completo y los fines de semana ofrecía servicios fiscales y notariales.
Por esa razón, Hernández necesitaba un lugar para ver a sus clientes. Ella recuerda que “No podía pagar las cuotas mensuales de un alquiler de oficina”.
Entonces vio un escritorio en la esquina de una pequeña tienda de discos, justo donde ahora está la cafetería Ollama y antes El Conejo. Hernández y sus hijas visitaban mucho la tienda; dice que era el único lugar en Kansas City donde se podían comprar discos compactos o CDs y cintas en español.
“Les pregunté, y dije”, ‘¿Estarían dispuestos a alquilarme todos los fines de semana, ese rincón de ahí con el escritorio y la silla?”.
Los propietarios de la tienda de música, un matrimonio mexicano procedente de Texas, aceptaron de muy buen grado. Su única condición fue: nada de computadoras. Eso dispararía la cuenta de la luz.
Ya que desde principios del año 2000, ella pasaba mucho tiempo en la tienda de música, Hernández no sólo se convirtió en una preparadora de impuestos de confianza, sino en una ayudante fácil-de-encontrar para los inmigrantes de la comunidad mexicana de Kansas City.
Traducía papeles y llevaba gente a sus citas médicas. Todo lo que la gente le pedía, si podía hacerlo, contestaba que sí. Aunque algunas de las peticiones la dejaban perpleja.
“Siempre me llaman para todo”, dice Hernández con evidente afecto. "¿Haces divorcios?'. No, no divorcio a la gente. '¿Haces testamentos?' No, no soy abogada".
En el 2010, la mujer propietaria de la tienda empezó a vender la tienda de discos. Su marido había muerto, y encargarse de la tienda ella sola se convirtió en algo deprimente. Recibió ofertas por el edificio de posibles compradores, pero ella ya sabía exactamente a quién se lo quería vender: a Irma Hernández.
Hernández recuerda que le dijo: 'Pero, ¿cómo voy a hacerlo?. "Ella dijo: 'No lo sé, no me importa, pero tú te vas a quedar con ella'. Le dije: 'Bueno, si llegamos a un acuerdo'. Así lo hicimos y ese pequeño rincón se convirtió en este edificio".
Actualmente, Hernández se presenta en el edificio con un aspecto regio: totalmente maquillada, con tacones altos y vestidos frescos. Con el título de "agente inmobiliario" agregado a su lista de trabajos, y sigue teniendo una oficina detrás de la cafetería.
Le pregunté a Hernández cómo se siente al ver a su hija dirigiendo el negocio de la cafetería en su edificio, un lugar en el que una vez tuvo un sólo escritorio. Un escritorio alquilado. Y empezó a llorar.
Hernández dice,” Había estado trabajando tanto que no me di cuenta de lo que tenía. Realmente no lo sabía”. ‘’Siempre tenía tres o cuatro trabajos, durante tantos años no supe lo que es tener un fin de semana. Hace como cinco años me di cuenta, y me maravillé 'Guau, guau'".
"Estoy muy orgullosa de mi hija", añade.
De joven, Lesley Reyes no prestó mucha atención a esta cuadra, ni a los barrios que la rodean.
La zona de West Side era sólo un barrio latino", dice Reyes encogiéndose de hombros. "En aquel entonces, como que era casi una especie de-" se detiene en seco. "No había nada por aquí."
Eso ha cambiado drásticamente.
"Todo el West Side, es un barrio precioso. Me encanta. Pero ahora es casi imposible vivir allí", dice Reyes. "Es una locura. Quiero estar a favor del cambio y de la mejora, pero al mismo tiempo, ¿a qué precio?"
Justo al oeste de Ollama, los restaurantes mexicanos de toda la vida se encuentran esparcidos por toda la avenida, pero las nuevas tiendas de moda que se están instalando en las inmediaciones del vecindario muestran pocos indicios de la comunidad que definía este barrio. Claro que todavía se puede comprar tacos y margaritas. Pero también puedes encontrar pijamas de lujo, crepes francesas y queso artesanal a la parrilla. Por un precio, puedes tener una casa moderna y elegante con vistas a la ciudad.
¿Un nuevo negocio con un aspecto y una sensación de modernidad, que habla claramente por y para una nueva generación, y que además es orgullosamente mexicano? Y eso dice mucho de esta cafetería.
Reyes dice que, “No estábamos buscando complacer a nadie”. Recita al café de olla como un ejemplo. “Mucha gente se quejaba, ‘Oh, esto sabe muy dulce” o “no tiene suficiente azúcar” o lo que sea, pero nosotros no hemos cambiado la receta original. Así se toma y así se prepara”.
Cuando entre en Ollama, escuchará música cantada en español. Podrá disfrutar de libros de mesa con obras de mujeres artistas mexicanas modernas y contemporáneas, y que cuentan las historias de los revolucionarios mexicanos. También se puede comprar un jarrito de barro, del tipo en el que tradicionalmente se servía el café de olla.
En este edificio casi se siente la presencia de cada pasajero que compró un boleto para viajar a México y que se sentaba a esperar la llegada del autobús.
Reyes no sólo vende café. También se asegura que su cultura no se quede escondida en Kansas City, en la calle donde ella sabe que pertenece.
Gina Kaufmann es la presentadora de Real Humans Por Gina Kaufmann. Se puede comunicar con ella en Twitter, @GinaKCUR.